Thursday, April 12, 2007

Esperas el tren

Terminas por huir muchas veces de la verdad. Corres sin mirar atrás para evitar que las fotografías te acosen los pensamientos, que te aturdan y te griten al rostro sin cesar, que te has convertido en una tonta.

Jamás descifrarás el preciso momento en que todo sucedió. No podrás extraer el instante exacto cuando dejaste de ser tu "yo" de siempre, y empezaste a caminar la interminable ruta de la emoción, de la ilusión. Llegas a ese túnel donde te asignaste esperar por un tren que no tiene pautado el destino al que buscas llegar.

Súbitamente las emociones te arrancan de la normalidad y te transportan a una verdad que te investaste y que necesitas creer con desesperación. Tomas el café de las seis de la mañana y te embriagas en la música estridente, que por segundos te impide pensar en la locura moral a la que has sucumbido y contra la que ahora no deseas luchar.

Ya no juzgas los rumores univesitarios. Dejaste de opinar cuando no fuiste capaz de continuar la crítica sobre las decisiones correctas que le hacías a tu amiga un lunes por la tarde.
El sentimiento te domina por encima de la culpa. La culpa, otro fantasma que de vez en cuando te atreves a recibir. El invitado no deseado que necesitas.
Es entonces cuando alumbramientos de raciocinio se cruzan entre el caos de la autopista. Recapacitas, prometes olvidar, te obligas a dejar de pensarle, lloras.

No quieres verte al espejo. Él no reconoce excusas, debilidades, amor. Él sabe bien toda la situación. No te quieres ver en el espejo. Sería un recordatorio fatal de la persona en la que te has convertido.
Pero en el fondo sabes que no puedes escapar de ti misma. Al menos ahora te niegas la posibilidad de refugiarte en la sinceridad.

El trance ha durado más de lo que esperabas, pero aún así lo soportas. Aguantas todas tus ganas de correr hacia el destino al que deseas llegar y terminas por conformarte. Lo olvidas por un momento mientras te sumerges en la lectura de algún amor ridículo.
Miras ahora el reloj que llevas en la muñeca. Las agujas siguen girando y te preguntas cómo esperar el tiempo.
Encuentras la respuesta, y desde lejos evitas la mirada con aquellos que a gritos te quieren sacar de tu espera. La espera de ese tren en el túnel oscuro donde guardas las esperanzas. Suspiras. Otro café.